Ratón esmeraldaLuceros en la Oscuridad: El Príncipe Desterrado
Capítulo: 8 [...]
El célebre ladrón lanzó una daga contra la pared para acallar las voces de sus camaradas. Cuando se calmó el ambiente, Mirrion se apretó los guardabrazos y se ajustó los guantes para darse un tiempo antes de empezar a hablar. Era la primera vez en mucho tiempo que los miembros de El Ratón Esmeralda se reunían al medio día; todos estaban visiblemente alterados e irritables por haber sido convocados allí tan temprano. Mirrion no esperaba otra cosa, pero confiaba en que lo entendiesen. – A ver, damas y caballeros –empezó a decir tras un carraspeo. Prosiguió en el instante en el que notó que se iban callando–. Oh, bueno, disculpad, yo aquí solo veo damiselas irritantes que no pueden soportar que la luz del sol toque su delicada piel –se hizo un sepulcral silencio, aunque Mirrion pudo oír como uno de los ladrones soltaba un gruñido, sintiéndose ofendido–. ¡Vamos! ¿Qué demonios os pasa? Ni que no hubieseis visto la luz del sol en décadas –mientras acababa la frase fue sorprendido por unas ganas irrefrenables de bostezar. El sonido rebotó en el incómodo silencio que mantenían los ladrones, hasta que uno de ellos fue contagiado por esas mismas ganas de desperezarse con un bostezo. Cuando paró, Mirrion prosiguió–. Ha llegado a mis oídos que anoche merodearon por nuestro pueblo tres individuos con intenciones no muy claras por el momento. Según tengo entendido, uno de ellos es Arthis Cours, el conocidísimo mago traidor –sus camaradas lo interrumpieron profiriendo algunos insultos al susodicho mago. – ¿No lo habían desterrado? –rugió uno. – ¡Cojámoslo ahora que está fuera de su torre! –contestó otro levantándose, empuñando una daga. – ¡Sí, cobremos la recompensa negra! –convino un tercero. – Lo acompañaba un elfo rúnico –continuó Mirrion tratando de hacerse oír y la multitud volvió a farfullar, pero no lo suficiente como para que lo silenciasen–; Y, nada más y nada menos, que una chica de nuestro propio gremio: Alaya. Prácticamente el gremio al completo gruñó de furia, y muchos de ellos llamaron a esa última persona de la misma forma que se solía llamar a Arthis Cours. Mirrion se sentó en uno de los barriles de aceitunas que tenía a su espalda y volvió a lanzar otra de sus dagas muy cerca de la oreja de otro de sus secuaces. Eso hizo que los miembros más veteranos del gremio se callasen de inmediato. Era por todos sabido que la puntería del líder no era la mejor, por lo que verlo lanzar una daga era más terrorífico que cualquier otra cosa imaginable. – Basta de cháchara inútil, muchachos –dijo en voz alta, procurando que se le oyese con claridad– ¿Alguna propuesta? – ¡Matemos a esa traidora! –gritó uno grandote. – ¡Eh, tú! ¡Eso no lo tolero! –le advirtió Mirrion señalándole amenazante con el dedo y mostrando una furiosa expresión en su rostro. El ladrón que le había gritado se sobresaltó y se quedó muy callado, visiblemente intimidado por la expresión furibunda del líder del gremio–. Si quieres hablar, primero levanta la mano y cuando te ceda la palabra, y SOLO cuando te ceda la palabra, dirás tu propuesta ¿Ha quedado claro? No seamos incivilizados… Las carcajadas resonaron por toda la habitación, e incluso el líder se acabó riendo por su propio comentario ¿Desde cuándo se reconocían como civilizados? Eran ladrones del gremio más perseguido de toda la región de Helt, lo civilizado estaba fuera del alcance de su moralidad desde hacía mucho. Muchos de aquellos que habían sido huérfanos, marginados o proscritos en Helt ahora eran un Ratón Esmeralda. [...] |